A María Elisa.
Fue un día extraño a la mañana que estaba dibujando en la terraza. El olor a tormenta llego en un aire repentino creando una atmósfera nubosa. Dejé el dibujo para empezar a contemplar y descubrir que puedo estar en la ciudad más poblada del país sin estarlo, con la imaginación me sustraje de los edificios, hice un ejercicio breve por querer ver más horizonte y cielo, fue muy rápido, pensé que la ciudad es un poco una caja oscura a la que le vamos haciendo clics por entre los edificios, por entre los espejos y vidrios repetitivos que se superponen. Me dije a mi mismo, porque en ese momento estaba sólo, cuando frenará esto.
De la cicatriz de una maceta llega hasta mis pies una línea zigzagueante de agua, por esa línea de agua entre las hendijas de baldosas viene el río pensé; en ese transcurrir de la mañana dan un chamamé por la radio y pasa un viajero con mocasines negros por la vereda, hay humo en las islas, las aves del Paraná ya no encuentran donde refugiarse.
En los viajes vivimos lo que nos contaron, lo que leímos, lo que escuchamos, nos cruzamos con personas que nos hablan de otras personas y esas nos recuerdan otres.
El humo continua y llega ahora a la ciudad.
En la radio suena rock and Roll, hablan de estilos musicales, sus orígenes, intérpretes.
La terraza es como un patio y desde esta aquí en un segundo piso observo hacia abajo que como por un túnel de plantas y enredaderas se comunican al fondo dos patios, lo hacen por una puertita al final del pasillo. Allí se abren dos espacios cuadrangulares como si fueran pulmones. En ambos espacios hay parrilleros, baldosas sueltas, mangueras, herramientas, están a la misma distancia desde la vereda hacia adentro de la manzana, serán unos treinta metros; no alcanzo a ver bien, mejor dicho a escuchar desde cual, pero desde uno de ellos sube un sonido, es un bandoneón tocando un tango. Bajo el volumen de la radio, camino unos pasos y silbo un rato ahora con los codos apoyados en la mampostería que mira a la calle.
En eso se acerca Jorge con mate, él es un compañerx con el compartimos la casa, le digo que no puedo sacarme la costumbre de mirar y colgarme, ¡me van a denunciar!, nos reímos, haciendo mención al tiempo arruga la cara y me dice: -Se viene fulero.
Seguimos charlando y como a la mitad del termo (habrá sido), la luz disminuye abruptamente, el lápiz junto a la hoja que había dejado en la mesa se vuelan. Una ráfaga imprevista de viento los llevo flotando hasta caer en la esquina; lo descubrí después, en ese momento sólo atiné a decirle a Jorge ¡ya vuelvo!. No lo vi más.
Bajé las escaleras corriendo y llegué hasta el lugar donde los vi caer.
Miré hacia los cuatro puntos cardinales y comenzó el pánico. A partir de ese momento dejé de caminar, me detuve con un vecinx a hablar de amor, le conté mi problema, no había visto nada. Se acerco otro señor al que le habían robado su saxo, me habló de las curvas y la forma de ese instrumento, las comparamos con las del violín, le expliqué lo sucedido en la terraza y ensayamos una teoría de la pérdida, del extravío.
Nos acercamos a preguntarle a una mujer que estaba parada cerca de nosotros. -Soy Irupé, se adelanto presentándose muy amablemente y agregando:
-Que lástima lo que les pasó, les prometo escribir sobre el dibujo y el saxo, sobre las pérdidas en nuestras vidas, ¿lo son?, ¿no lo son?, el tiempo, el misterio, las poesías.
-La casualidad... dijo Eugenio. Hace unos segundos teorizábamos sobre lo mismo con Nahuel.
Irupé nos preguntó si escribíamos.
Yo le respondí que no me animaba a hacerlo y que cada vez que lo intentaba fracasaba, que me alcanza con leer le dije sonriendo compadrito.
-Yo no me imaginaba escribiendo y lo hago. Seguí intentando me sugirió.
Eugenio, nos contó que escribía sobre instrumentos musicales, sobre todo instrumentos de cuerdas. Agregó que nunca había publicado y que únicamente compartía sus escritos entre conocidxs, nos miramos con Irupé y continuamos buscando el lápiz con la hoja mientras Eugenio ahora nos hablaba de la guitarra. Buscábamos, íbamos, veníamos, nos mirábamos los tres intrigados.
En un momento les hice seña a ambos de cruzar la calle para buscar en la vereda opuesta. Fui hasta el borde del cordón, Eugenio se puso a mi lado esperando el semáforo; bajé la mirada de espera y al lado de sus pies estaba tirada solamente la hoja, sin el lápiz y completamente mojada de barro, justo entre el cordón y el cartel de la ochava, la levante rápido antes que se rompa y desarme, nos encontramos con que alguien la había levantado antes y vuelto a arrojar en ese lugar con una poesía escrita en el anverso dedicada a Ma. Elisa.
La tomé con tristeza y me pregunté, ¿Cuándo sucedió?, ¿Cuándo estaba bajando las escaleras?, ¿fue alguien que ni siquiera la dejo caer al piso, la agarró y escribió con rapidez esto?, ¿lo escribió adelante nuestro, a nuestras espaldas y ninguno se dio cuenta?, la pregunta es... ¿Cuándo y como sucedió?. Miré a Eugenio buscando alguna respuesta, miré a Irupé quien se había detenido unos segundos y ya venía hacia nosotros. Tantas preguntas me hice en esa brevedad de tiempo que sólo me preguntaría si el tiempo no es sólo una pregunta. ¿Dónde están?
El papel estaba mojado, pero por suerte las letras podían leerse.
Ya cuando estuvimos los tres reunidos leímos lo que decía:
Sus ojos llevan las lágrimas de los años, de los sueños.
Me dan energía para mover el lápiz,
sus ojos aparecen de imprevisto cuando estoy por colocarle el punto a este renglón y prepararme para dormir.
Sus ojos hacen que imagine tomar sus manos,
y temblando le escriba unas palabritas finales al renglón,
son como acariciarla y decirle hasta mañana,
que descanses."
A María Elisa
El sombrerito es
Julian Lorenzotti
CVU: 0000003100049451871201
Alias: julianelcabure
CUIT/CUIL: 20292151005
Mercado Pago
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